Mentiría si dijera que es interminable su malecón, se puede recorrer a cualquier hora, o simplemente estar ahí, en la orilla, sin hacer otra cosa que contemplar, se pueden pasar horas ahí, sin hacer otra cosa que eso; sentir el aire y la brisa de las olas que rompen contra el muro, el sonido del mar. Algunos prefieren pescar por el día y otros por la noche.
Se puede tomar un baño de sol desde la mañana o cucharadas de luna por la noche. Por supuesto que se puede estar en el malecón para festejar cualquier cosa: que es lunes o martes por ejemplo. En realidad no importa. Tomar ron o una cerveza bucanero con la gente que suele salir por las noches a disfrutar de aquello que nadie les puede quitar.
Se puede apreciar de todo aquello que he dicho ya, o también cantar ahí en el malecón, la gente canta, y mucho, solo se requiere una guitarra y ron. Es su espacio (y mi espacio también por unos días).
Eran las 5 de la tarde cuando tomé la foto, las olas golpeaban una y otra vez el muro, la última había mojado todo lo que había encontrado a su paso, la banqueta y las niñas que buscaban un baño de mar y sol.
Y es por eso que extendió sus brazos la pequeña. De felicidad, supongo, y otras cosas indescriptibles pero imaginables, tal vez.

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